Una de las maneras más eficientes de reducir la demanda energética de climatización en una edificación, es la colocación de elementos de protección que eviten la
exposición a la radiación solar directa.
El talón de aquiles de toda edificación son las ventanas y puertas acristaladas, ya que suponen un gran puente térmico con menor
capacidad aislante que el resto de elementos que forman la fachada, a la vez que permiten el paso de la radiación solar, produciéndose el consiguiente calentamiento de materiales y aire
interior.
Para mitigar este problema, es conveniente la instalación de elementos que eviten la incidencia directa de la radiación solar en
los puntos más vulnerables de la fachada. Atendiendo a su morfólogía y uso, podemos distinguir tres tipologías de protecciones.
Protecciones Activas.
Son aquellas que son manipulables por el usuario, es decir, permiten configurar en función de las necesidades, la insolación a la que estarán
expuestos los elementos que queremos proteger. Permiten evitar la radiación en verano y la favorecen la exposición en invierno. Suelen ser protecciones comunes como
toldos, lamas y persianas.
Protecciones Pasivas.
En este caso se trata de protecciones no manipulables por el usuario, ya que suelen estar integradas en la fachada o en la estructura del edificio.
El diseño debe ser estudiado minuciosamente, ya que en función de su posición, orientación, forma, ángulo y tamaño han de proteger de la radiación en verano y a su vez permitir la
insolación en invierno, creando un equilibrio de demanda energética tanto de climatización como de calefacción.
Protecciones mixtas.
Combinación de protecciones activas y pasivas.
Muro trombe. Muro macizo orientado al sur que se ejecuta en el interior de la vivienda y se interpone a la insolación
producida a traves de la fachada acristalada, formando una cámara de aire entre ambos elementos en la que debe instalarse una persiana enrollable. El muro y el
acristalamiento, deben estar provistos de un hueco inferior y otro superior con compuertas, pudiendo comunicar el ambiente interior de la vivienda, con el de
la cámara de aire y esta con el exterior. Este sistema permite refrigerar el edificio en verano mediante el aire exterior y calentarlo en
invierno mediante la radiación solar.
Con estas medidas aumentamos de manera considerable el confort en el interior y se pueden conseguir ahorros de energía de hasta un 25% por reducción de
demanda de refrigeración.
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